Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

Publicaciones

A. Monserrat: La complejidad en la investigación clínica grupal. Reflexiones desde algunos...


(Enlace al pie del texto para descargar este archivo)

 

La complejidad en la investigación clínica grupal.
Reflexiones desde algunos aportes teóricos clínicos de Armando Bauleo

Alicia Monserrat (1) 


Para la emergencia de lo nuevo, incluyendo la interrogación metódica;
con la desafiante incertidumbre, y al ahora aunque pese el a posteriori;
a la comprometida complejidad de la grupalidad en el proyecto;
en resumen, dedicado a Armando Bauleo.

Agradezco a los colegas editores de la revista Área 3 la posibilidad de participar en esta iniciativa para recordar y homenajear al maestro Armando Bauleo.

 

INTRODUCCIÓN

Lo que intentaré en este escrito sobre el fondo del legado teórico clínico de Armando Bauleo es repensar algunas cuestiones que tuvieron como base las experiencias clínicas de grupos de terapia. Durante la última década compartimos la tarea de coordinarlos en la institución Espacio de Estudio de la Grupalidad (EEG), en Madrid. Esta tarea me ha posibilitado, en la batalla de la experiencia grupal, constatar sus enseñanzas sobre los grupos.

Iniciaré este recorrido con los aportes relevantes de las ideas de Armando Bauleo sobre la clínica grupal. Empezaré con el papel de la investigación científica en nuestro campo para acentuar sus preocupaciones sobre el cambio y la resistencia al cambio. No dejaré de lado las cuestiones relacionadas con el vínculo y el objeto, para anclar en el concepto de contratransferencia y por último ahondar en el latente. En mi opinión, Bauleo articula y reelabora la teoría y la clínica de la grupalidad, y recrea claves que posibilitan un entendimiento y un enriquecimiento de la concepción psicoanalítica operativa sobre los grupos.

Antes de abordar el desarrollo de estos temas, plantearé que Bauleo partía de conceptos mencionados por diversos "pensadores” acerca del grupo, sobre todo Enrique Pichón-Rivière y José Bleger, entre otros. Para esta enriquecedora práctica clínica se apoyó, además, en los principales parámetros que plantearon los fundadores del pensamiento psicoanalítico (S. Freud; M. Klein; W. Bion; D. Winnicott), a lo que se agregó una producción original de su propio pensamiento orientado a aceptar la “complejidad” de la situación gracias a una experiencia novedosa en esa inmensa “tarea” de investigación de los procesos de grupo.

Desde mi punto de vista, estas aportaciones no sólo pretenden mantener su pertenencia y filiación analítica, sino que también deben ser evaluadas en su consistencia y magnitud para que se aprecien sus cualidades dentro del marco del aparato conceptual psicoanalítico.

Para visualizar los alcances de las ideas clínicas que propone Bauleo, es obligado seguir la senda psicoanalítica. A la vez, es imposible adentrase en ella sin hacer un recorrido histórico, porque es ahí donde emerge el estado actual de la cuestión, partiendo del mismo Freud. Bauleo puso énfasis en el “giro de la teoría freudiana de los años 1920“, con la nueva conceptualización de la pulsión de muerte. En aquel momento Freud sufre, como todo el mundo, las consecuencias de la guerra. Además, sus contemporáneos S. Ferenczi, K. Abraham y M. Klein contribuyen a innovar con su teoría y su técnica otros campos psicoanalíticos con nuevos sujetos: las neurosis narcisistas, la psicosis y los niños. También aportan instrumentos de abordaje que abarcan el amplio campo de la grupalidad y el de las instituciones.

En este sentido Bauleo observará que a la luz de estos avances, por ejemplo, si se toma como sujeto a los niños, aparece la técnica del juego, que forma parte de la cotidianidad y que adquiere interés como “objeto” en el campo psíquico para encontrar otros sentidos y también para trabajar con ella dentro de la situación analítica. Se crean así conceptos que permiten el empleo y la extensión del campo de la psicoterapia.

La cuestión que Bauleo quiere remarcar con esta posición psicoanalítica, es “observar” los modos de funcionamiento, obligándonos a los profesionales a comprometernos a pensar un poco más allá del encuadre psicoterapéutico psicoanalítico clásico.

I. ¿Lo que deseamos abordar en la clínica es lo que nos proponemos saber?

A partir de una pregunta que solía hacerse a sí mismo, Bauleo enunciaba una manera peculiar de alcanzar o fijar objetivos en sus definiciones conceptuales. La meta es investigar la realidad psíquica y para ello se proponen estrategias a seguir.

En La interrogación como método (Bauleo, 1998), puso el acento en qué es lo que deberíamos interrogarnos y en cómo postular preguntas cada vez más precisas. Esto necesitaba de una posición subjetiva para ponernos en movimiento y enfrentar esta cuestión desde una dimensión distinta de la conocida por nosotros, aceptando la incertidumbre.

De antemano, para abordar esa dimensión, Bauleo reconocía que era necesario disponer de la aparición de algún emergente, y conocer, o al menos intuir, que para interpretar ese elemento plus un investigador está inmerso en la complejidad. La complejidad nos emociona por ser desconocida, y solo podemos tener la certeza de que la complejidad debe ser tratada en nuestro oficio.

En suma, todo trabajo tiene algo de interrogación, algo de pregunta hacia el fondo de las cosas, y siempre hay más preguntas que respuestas. Su consigna es huir de lo dogmático. Una respuesta viene de la mano de una interrogación, y un interrogante se plantea en la inquietud, y ésta se ha forjado en la experiencia que lleva a ese exterior. ¿Cómo se encadena la elaboración de una experiencia para que produzca conocimiento?

La sospecha de lo que el profesional quiere alcanzar abre la tarea de cualquier investigación, permite modelar el método, avanzar tratando de evitar caminos circulares que nos atrapen en salidas ciegas, y tratar de alcanzar la espiral dialéctica pichoneana. Entonces, aunque se vuelva al principio, ese camino no será el recorrido mortífero de la compulsión de repetición, sino que habrá valido la pena; el objetivo no es Itaca, es el desarrollo permitido en ese transcurrir. Bauleo subrayaba que responder es un proceso operativo de adaptación a la realidad y que preguntar nos acerca a un trabajo de elaboración donde se puede transgredir lo establecido, o quizás fuera más acertado decir que se trata de un acto de rebelión. Se navega en la incertidumbre, por tanto puede que incluso las preguntas carezcan de sentido... pero es necesario formularlas.

Ahora bien, los profesionales del trabajo en el campo psíquico partimos de la complejidad de la mente. Tendremos, entonces, que tomar la decisión de elegir qué parte abordamos y por tanto asistir al ejercicio de crear, de traducir lo que late en ese “misterioso” latente.

En su elaboración, los conceptos son invitados a integrarse, no a diluirse, con un marco epistemológico convergente, y a interiorizarse en el esquema conceptual referencial operativo (ECRO) particular de cada profesional. Esto supone enfrentarse a formas de conocimiento muy alejadas del oficio, y en esto vemos la honestidad de Bauleo, al advertirnos que otras formas de conocimiento pueden amenazar nuestra tarea, pero esas atrayentes veleidades son necesarias, siempre que no impliquen irse por las ramas.

No es extraño que ante tan ambicioso deseo de descubrir, se articulen mecanismos que busquen el inmovilismo para refugiarnos en lo conocido.

II. Las preocupaciones fundamentales en nuestro quehacer siguen siendo el cambio y la resistencia al cambio

Bauleo también se ocupó de advertir que la presencia de la resistencia al cambio debe ser confrontada con aspectos de la tarea a desarrollar. Ésta requiere asimismo una modificación del comportamiento del grupo, como por ejemplo, el estudio de otras tácticas de abordaje cuando se trabaja en una comunidad. Puede llegar a ocurrir que el grupo rechace dicho estudio o ponga en juego viejos prejuicios sobre la comunidad, o utilice rígidas tácticas, resistiéndose al cambio necesario frente a las condiciones existentes en ese momento, o tratando de continuar con antiguos instrumentos.

Una de sus constantes preocupaciones fue poner sobre aviso que el psicoanálisis, la etnopsiquiatría, las teorías de la comunicación y del aprendizaje, así como las experiencias en el grupo, han ido verificando que esa resistencia al cambio intenta evitar y elaborar las ansiedades propias de cada modificación de nuestros esquemas de referencia y de nuestras actividades. La transformación y posterior reestructuración de los esquemas de referencia producen efectos (que pueden ser más o menos duraderos) de inestabilidad, de imprecisión y de inseguridad. Surge así una ansiedad confusional, propia de todo proceso de aprendizaje, ya que se volatilizan algunas certezas antes de que se hayan consolidado los nuevos conocimientos.

Para contrarrestar los efectos de la resistencia al cambio Bauleo atribuyó especial importancia al estudio contextualizado como base metodológica para cualquier investigación psicoanalítica y sobre todo en psicoanálisis de los nuevos objetos. Para ello estimulaba la construcción de una propuesta donde se ofreciera la posibilidad de pensar los fenómenos relacionales (ya se tratara de la relación entre dos personas, las relacionales grupales o las institucionales). Es constante su rigor científico, con la permanente apoyatura en la experiencia, a los que siempre añadió la comprensión de algunos fenómenos históricos y sociales para situar al individuo en un momento social determinado.

En suma, su propuesta para los coordinadores de grupo era y sigue siendo saber quiénes somos y dónde situarnos para atribuirnos la autoridad de escuchar lo que nos comunica, verbalmente o no, otro ser humano, un “paciente” que espera de los profesionales dilucidar lo que él no sabe de sí mismo, lo que le hace sufrir.

Una vez más Bauleo defendió, en su práctica, la idea del cambio del punto de vista: en vez de observar síntomas pensar en qué condiciones estamos; en vez de hacer un diagnóstico intentar considerar qué es lo que se puede repetir; en vez de buscar patologías reflexionar sobre qué es lo que se puede hacer para respetarlas.

Merece destacarse también su perspectiva grupalista acerca de lo que se entiende por patología –un desequilibrio entre los medios, las condiciones y las finalidades–, y que este desequilibrio tiene nivelaciones diferentes según el grado de inmadurez relacional del especialista, que puede repetir, sin darse cuenta, los elementos claves insertados en los conflictos psíquicos de sus pacientes.

Su propuesta apunta a la modificación de las maneras de pensar y ejercer la profesión terapéutica, donde parece obligado contemplar dos aspectos: el constructivo-elaborativo y el destructivo-omnipotente. La capacidad creativa –insiste Bauleo– surge de la elaboración. Para elaborar se necesitan límites, y ni los límites ni las elaboraciones son posibles sin una predisposición a la investigación. Bauleo previno asimismo de los peligros del pensamiento alienante que puede llegar a distorsionar una práctica en favor de ciertos intereses espúrios.

Es decir, que para pensar la actual praxis grupal analítica se debería acceder a dimensiones que, más que ser definidas en un modelo, necesitan ser seguidas con una actividad de simbolización, que guarda ciertos elementos en común con las sombras, que se desvanecen cuando creemos haberlas capturado, en nuestro afán de querer abarcar nuevos objetos.

No obstante, Bauleo entendía que actualmente existe consenso en los grupalistas, entre los que predomina la idea de que estamos en un momento histórico de distinción y articulación y de descentramiento de conceptos más que en una etapa de exclusión doctrinaria o dogmática.


III. LA CUESTIÓN DEL VÍNCULO: RELEVANCIA DEL OBJETO

Lo que favorece la situación de la grupalidad es sin duda la cuestión del vínculo, y éste remite al objeto. Por cierto, que en su libro Psicoanálisis y grupalidad, Bauleo profundiza y esclarece el tema con reflexiones acerca de los nuevos objetos con los nuevos sujetos para transformar la función analizante. De manera erudita señala las claves que aportan entendimiento a la cuestión que intento reseñar en este apartado, pero en este caso ahondaré en su perspectiva de la constitución del psiquismo y la importancia del objeto desde sus inicios. Bauleo discierne el histórico debate en el psicoanálisis y no sólo contribuye al tema de la concepción del vínculo en Pichón-Rivière sino que ayuda a resolver los malentendidos y a engrosar un aporte que enriquece la practica de lo grupal.

Bauleo recordará que Freud no había atendido el concepto vínculo en forma explícita; aunque la idea de vínculo pertenece a nuestra historia reciente, su germen está presente en la doctrina psicoanalítica y ha permitido repensar el movimiento freudiano oscilando entre lo intersubjetivo y lo intrasubjetivo.

Desde el momento en que un profesional es demandado por un paciente se establece un vínculo. ¿Qué es lo que demanda y qué es lo que desea ese paciente del profesional? –pregunta Bauleo–. Sobre ese enclave entre pedido (manifiesto) y deseo (inconsciente) se abre el interrogante que el técnico deberá establecer para considerar esa emergencia novedosa, tratando de que el paciente pueda manifestar aquello que lo cuestiona y lo aqueja y cuyos significados irán emergiendo de una forma paulatina en la elaboración de lo vincular.

Bauleo afirmaba con vehemencia que en todos los pasos del establecimiento del vínculo es preciso considerar, desde la metapsicología, que el objeto es esencial desde siempre, y no de una manera fenomenológica con la que a veces se intenta simplificar o reducir nuestra concepción operativa. El objeto está presente desde la primera vivencia de satisfacción, fundante del psiquismo, del deseo psíquico; un psiquismo que en última instancia está absolutamente referido a ese objeto.

Otra de las dificultades para establecer la noción de objeto proviene de la multiplicidad de nociones de objeto presentes en distintas vertientes conceptuales y aun dentro de una misma corriente. Bauleo tenía la impresión de que la noción de objeto se asemeja a una biblioteca inabarcable donde existe el riesgo de perderse en ese laberinto.

Además, la noción de objeto remite a arcanas regiones del psiquismo. En tal sentido, Bauleo constataba como relevante que mientras Freud tendió a describir el psiquismo desde el vértice de un aparato planteado en una perspectiva singular (lo cual no quiere decir que entendiera los procesos de esa manera) Ferenczi se ubica desde los inicios de su obra en función de unidad dual. Luego surgirá la línea de la simbiosis, que desarrolla José Bleger, la que signa a la escuela de Budapest y a su vez influirá a través de Balint en el pensamiento de Winnicott. De allí que en la obra de Freud tome preeminencia la conexión con el objeto, por ejemplo, mediante el apuntalamiento, en tanto que en las corrientes derivadas de Budapest la conexión de entrada se da por supuesta y cobran relevancia los temas de fusión y diferenciación entre el individuo y sus objetos, en especial la madre como objeto primario (Bauleo, 1997).

Según Bauleo, esto bastaría para considerar que un grado significativo de intersubjetividad (en el sentido del contacto intenso de un psiquismo con otro psiquismo) se da de entrada como componente de la pulsionalidad.

El mismo narcisismo y el yo devienen del vínculo con el objeto, son secundarios a él, no así la pulsión que de algún modo es contemporánea al objeto.

Lo que se enfatiza aquí es que las representaciones de cosa investidas constituyen el deseo, como dice Freud, y que el deseo no es el deseo sin más, es el deseo de la identidad de percepción (proceso primario) o lo más parecida posible (proceso secundario) a esa representación que es la del objeto. Por tanto, las representaciones de cosa –dice Bauleo– no son solo fotografías del recuerdo de otras épocas, constituyen los deseos actuales además de ser los recuerdos del pasado.

Por tanto, señala Bauleo, decir que para Freud el objeto comienza a tal edad, es un sin sentido. Lo que Freud dice es que el objeto como tal es reconocido después de un tiempo; hasta ese momento no es que no exista, simplemente se lo considera parte del yo, cualidad, en todo caso, que significa placer. Con el tiempo el niño se da cuenta de que esa persona que le producía placer y que él creía parte de sí mismo, en realidad es el objeto y quiere retenerlo, quiere conservarlo pues ya no lo puede ser. Lo que Freud describe es una forma de concebir el objeto, reconocido desde la primera vivencia de satisfacción y que dio origen al psiquismo deseante al dejar huella en la memoria.

Así que adjudicarle la teoría de las relaciones objetales solo a M. Klein –opina Bauleo– sería el resultado de un malentendido histórico. El psicoanálisis, a su entender, es en esencia una teoría de las relaciones objetales, ya que no parece que se haya descrito un psiquismo unipersonal. Lo que se inscribe del comienzo del psiquismo es un vínculo en un interacción sujeto/objeto, y esa es una constante en la evolución psíquica humana que puede observarse en los fenómenos de la transferencias que son, en esencia, reediciones de vínculos, escenas y relaciones de objetos.

El psiquismo pensado desde esta óptica freudiana pichoneana propuesta por Bauleo es memorable en todos los sentidos, por coherente, por creativo y además porque proviene de la memoria y reside en ella. Es un psiquismo que se debería pensar, esencialmente, a posteriori de las experiencias, si bien hay a priori, en él, como las protofantasías que ordenan las experiencias o la manera de comprenderlas, o sea que se va formando a medida que uno tiene esas experiencias y luego las interrelaciona. Lo que las experiencias van dejando en ese psiquismo, y en esto Bauleo se apoyaba en Freud, no son copias de las cosas, sino recuerdos de las experiencias vividas con ellas.


IV. La contratransferencia: efectos de lo vincular

Para captar los fundamentos de las cuestiones mencionadas, relativos a la interactividad trasformadora en la práctica profesional, Bauleo señala que es necesario referirse a la contratransferencia. Ésta estará presente en casi todos los recorridos teórico-clínicos para captar los indicios de los procesos inconscientes grupales.

Los parámetros conceptuales actuales del psicoanálisis grupal permiten según Bauleo un mayor acercamiento al verdadero modo de funcionamiento de la vida psíquica que por definición tiene un carácter de movimiento, fluido. Todas estas líneas están implícitas en la teoría de los grupos en la que se inscriben sus reflexiones clínicas.

La contratransferencia y sus vicisitudes es un eje central en Bauleo para guiar la observación sobre sus componentes de trabajo y le da un sentido más amplio al llevar su operatividad en el extenso ámbito institucional. Desde el planteamiento de los Baranger, en 1960, del análisis como encuentro entre dos psiquismos comprometidos en un mismo proceso, queda implícito que el trabajar la transferencia supone trabajar la contratransferencia y no se puede entender, según Bauleo, lo uno sin lo otro.

Bauleo, en 2006, en un articulo dedicado a uno de sus analistas, dice que dentro del proceso analítico analista y paciente están situados en un espacio diferente al “de todos los días”. Se hallan atravesados por los ecos de las palabras y por los cuadros que ahí se organizan. Van sucediéndose diferentes dimensiones. Ambos se deslizan por la cornisa del encuadre. “Asociar libremente”, “estar en transferencia”, “atención flotante”, son conceptos elaborados por Bauleo sobre este tema.

Para Bauleo el grupo tiene también la intención de abrir las ventanas, a pesar de que los postigos herrumbrados por el paso del tiempo entorpezcan la operación. El proceso grupal ensaya constantemente la observación de nuevos panoramas, de otras escenas. Para él, intriga la ventana entreabierta, ya que enciende la curiosidad. Metafóricamente, el tren avanza y por la ventanilla se ven correr los paisajes en sentido contrario a nuestra dirección; imposible centrarse en uno solo punto. "Las nubes como los sueños, refiguran y hacen ver aquello que deseamos fantasear", dice Bauleo, que asimismo afirma que en alguna ocasión la ventanilla del tren sirvió también de inspiración para desarrollar algunas ideas de las “ciencias duras”, refiriéndose a la teoría de la relatividad, de Einstein.

Si tenemos en cuenta esto, estaremos de acuerdo con Bauleo en que ninguno podremos ir más lejos en nuestra comprensión, en cualquier campo, que lo que nuestras capacidades elaborativas nos permitan y que muchas veces nuestro rechazo frontal a determinadas teorizaciones y nuestras adscripción a otras puede tener que ver con nuestros puntos ciegos anunciados por el creador del psicoanálisis.

Me gustaría resaltar finalmente un planteamiento de Bauleo con el que estoy de acuerdo, acerca del compromiso del coordinador de grupo en el proceso analítico grupal y la necesidad de ejercer una permanente autocrítica de nosotros mismos y la consideración de las consecuencias que cada una de nuestras intervenciones o modificaciones producen en los grupos. El campo dinámico se observa al poner el acento en el inconsciente de la situación grupal, producido conjuntamente con los coordinadores, sin que se pueda discernir qué puso cada uno de ellos considerado por separado. Bauleo, siguiendo a Bion, entiende que el inconsciente no es meramente preexistente solitario que se repite en los sueños, los síntomas y en las transferencias, sino que es en el encuentro grupal donde se puede visualizar y producir algo que no había acontecido nunca.

Entonces me parece importante la elaboración de Bauleo cerca de la contratransferencia porque nos aleja de la perspectiva mecanicista y simplista de lo que solíamos atender como la organizada desde la contraidentificación proyectiva, en la que el coordinador se coloca como una pantalla muda no considerándose expuesto a los puntos ciegos de su propia neurosis. Esto es lo que supone estar en continua actividad de autorreflexión, según Bauleo.

El abordaje contratransferencial y el análisis de los movimientos transferenciales-contratransferenciales darán el timing de la interpretación. De algún modo se propondrá el no apegarse rígidamente y omnipotentemente a un esquema teórico para acercarnos a algo que Balint decía: Habrá que mostrarse “discreto” en la comprensión de lo que sucede. No se trata de acompañar a los grupos en una neutralidad tolerante, benévola y comprensiva, sino trabajar, elaborar lo que estos procesos grupales nos dan para vivir, sufrir, experimentar. No obstante, esta elaboración no necesariamente tiene que ser objeto de interpretación, al menos por un tiempo. En opinión de Bauleo, se trata de una función “continente” de coordinación, de transformación interna de lo que el otro aporta al grupo.

Bauleo recomendaba no que las teorías se dejaran de lado, donde la vivencia del coordinador de grupo se pusiera en primer plano, sino que la elaboración teórica tuviera también por objeto la experiencia vivida por el coordinador en ese proceso con el grupo que provoca la movilización de aspectos de su psique.

Los límites del análisis, y por ende de las transformaciones, sólo pueden extenderse si se piensa el campo grupal en términos de profundizar la comprensión de lo que allí acontece. Y lo que allí acontece implica inevitablemente a varios sujetos en sus constelaciones inconscientes (fantasmáticas y narcisistas), con sus experiencias históricas, y con sus teorías acerca de la cura. De un lado espontáneas, elaboradas, y de otro, en el peor de los casos, dogmatizadas.

El deseo de analizar y por tanto la labor grupal no es una propuesta adaptativa que tenga como objetivo “lograr la posición depresiva”, “asumir la castración”, “lograr mayor bienestar con o de quienes lo rodean” ni, por supuesto, “enseñar lo que es al análisis”. Para Bauleo debe ser tarea analítica grupal la defensa de las vías del análisis, enfrentarse a lo desconocido, a aquello que atañe a las propias certezas del terapeuta y “contener” al otro con los otros en la experiencia de su propio inconsciente.


V. EL LATENTE construido

Para Bauleo el latente no es posible como sumatoria entre los inconscientes de los sujetos que conforman un grupo (Bauleo, 2005).

En su coherencia conceptual Bauleo plantea que se trata de ir profundizando a la manera de una investigación, abriendo el espacio para interrogarse sobre de las cuestiones que se manifiestan y que abarca niveles, registros y versiones. Según desde donde se las enfoque emergen perspectivas desde donde se podrá extraer entendimiento del proceso que se presenta.

Con esta comprensión será posible obtener los puntos nodales desde una concepción operativa como las nociones de “espacio vincular” y de “paso del tiempo”. Esta última es apreciada con el rigor de los procesos de un psiquismo conformado con un concepción operativa, todo latente es leído con un pasaje del aquí-ahora al allá-entonces y las probabilidades de un proyecto.

Y en cuanto al espacio que se ha dibujado en el vínculo, es sin duda indispensable no dejar de lado el grafico de la verticalidad (historia propia del sujeto) y horizontalidad (estructura actual del grupo) se actualiza la aparición del portavoz en la situación grupal.

En este escenario habitado por la red de los personajes será posible ir dando cuenta de rastros de los esquemas referenciales que persisten y que van diseminándose en la superficie del latente.

Una de las afirmaciones más contundentes de Bauleo es que la subjetividad se aloja en el “entre” de los sujetos.

Esos elementos que han emergido abren las sendas que esperan ser ligadas con interpretaciones o al menos con un señalamiento que permitirá avanzar en el proceso que se ha desencadenado en el campo grupal.

Y para visualizar más nuestra contratransferencia, Bauleo dirá que el latente no está solo fuera de nosotros sino que es parte del propio interpretador. Entonces la atmósfera producida por y entre los vínculos de los sujetos debe ser detectada a partir de señales de luz y de sombras que cautivan nuestra atención.


VI. Para concluir

Recurro al gráfico de la espiral pichoneana, para representar en este trabajo las ideas del pensamiento clínico grupal de Bauleo, con la complejidad inconmensurable que se desarrolla en la tarea de la práctica grupal. Se puede afirmar, sin ánimo de simplificar, que en el eje vertical, con forma de espiral dialéctica, se anuda la profundidad investigadora que tiene todo trabajo grupal. En el eje horizontal se constata la contratransferencia, motor activo de la investigación, que resulta ser parte del proceso de la comprensión del latente que se construye, mientras que el cambio y la resistencia al cambio, tiñen la atmósfera del campo de dicha representación. En el cruce de las coordenadas, aparece el emergente a considerar.

Sin duda los aportes de Bauleo a lo grupal clínico son indudablemente complejos y sobre todo estimulantes para seguir pensando acerca de la creación grupal clínica, escenario del trabajo psíquico modelado en la teoría de los ámbitos. Todo esto es un reto que nos exige elaboraciones continuadas sobre la experiencia grupal esperando que éstas, sus ideas, sigan siendo el motor del desarrollo de la concepción operativa de los grupos.

Madrid, octubre 2008

 

BIBLIOGRAFÍA


Bauleo, A. (1997) Psicoanálisis y grupalidad. Clínica de los nuevos objetos, Paidós.
— (1998) La interrogación como método, Archivos de documentos de la biblioteca de EEG, Madrid.
— (2001) Pontalis, Archivos de documentos de la biblioteca de EEG, Madrid.
— (2005) Una contribución al estudio del latente grupal, Archivos de documentos de la biblioteca de EEG, Madrid.
— (2006) Seminario exilio y sujeto, Archivos de documentos de la biblioteca de EEG, Madrid.
Bion, W. (1962) Aprendiendo de la experiencia, Paidós.
Ferenczi, S. (1984) Psicoanálisis, Madrid, Espasa-Calpe. Tomos III y IV.
Freud, S. (1985) El proyecto de una psicología para neurólogos, Amorrortu.
—, (1900) La interpretación de los sueños, Amorrortu.
—, (1926) Inhibición, síntoma y angustia, Obras completas, Amorrortu. Tomo 20. 71-164.
Green, A. (1996) La metapsicología revisitada, Buenos Aires, Eudeba. Tomo 3. 167-181.
Monserrat, A. (2005) Perspectiva de la clínica grupal, en Psicoanálisis operativo a propósito de los grupos, A. Bauleo, F. Suárez, A. Monserrat, Ed. Atuel.
Pichón-Rivière, E. (1983) La psiquiatría, una nueva problemática. Del psicoanálisis a la psicología social, Buenos. Aires, Nueva Visión. Tomo II.
Rousillon, R. (1995) La Metapsychologie des procesus et Transitionnalitè, en Revue française de psychanalyse, Tomo LIX, 5, pp.135-151.
Tosquelles, F. (2001) Las enseñanzas de la locura, Madrisd, Alianza Ensayo.
Winnicott, D. (1958) Procesus de Maturation chez l'énfant, Paris, Payot.

(1) Psicoanalista Titular de la APM, (Asociación Psicoanalítica de Madrid, integrante de la IPA), Grupalista, miembro de EEG, (Espacio de estudio de la grupalidad) y de APOP (Asociación de Psicoterapia Operativa Psicoanalítica, integrante de la FEAP).
 Email. amonserrat@cop.es


 

Para descargar este fichero, haga clic en el enlace abajo. O si prefiere guardarlo, haga clic derecho sobre el enlace y elija "Guardar destino como..."

EB-La-complejidad.AMonserrat

 

 

Volver a Número Especial 2